Acto III, escena I… à la Sombrero

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Vodka o no vodka, he aquí la cuestión. ¿Que es más elevado para el espíritu, sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna o tomar sí esa tercera botella contra el piélago de calamidades y, haciéndoles frente, acabar con ellas, o llegado el caso vomitar sobre ellas?

Morir…llamar jamás; no más ¡Y pensar que con un poco de crédito creemos fin al pesar del corazón y al los mil naturales conflictos que constituyen la herencia de querer co…de la carne! ¡He aquí un término devotamente apetecible! ¡Morir… dormir, tal vez vomitar! ¡Sí, ahí está el obstáculo! Pues es forzoso que nos detenga el considerar qué palabras, qué llamadas, qué mensajitos al uasáp pueden sobrevivir en ese sueño del alcohol, cuando nos hayamos liberado del torbellino de la resaca.

¡Esta es la reflexión que da tan larga vida al infortunio! Pues ¿Quién soportaría: los ultrajes y desdenes del mundo, los agravios del que insiste en que Maná es una banda de rock, las afrentas del que no acepta que su ex la/lo dejó, los tormentos del amor desairado/cuerneado/me-gusta-mi-cuñadx, la tardanza de la ley que nunca llega pero siempre se quiebra, Cristian Castro, las motos con parlantes y más luces que arbolito de Navidad, las insolencias del poder y los desdenes que el paciente mérito recibe del hombre indigno…
Cuando uno mismo podría procurar su reposo con un simple vodka una rodaja de limón y dos hielitos barman, por favor?

Está para pensarla eh.

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